CC BY 4.0, Foto: Birgit und Peter Kainz, Wien Museum
Arnold Schönberg
Composición con
doce tonos
2024, 57 pp.
CC 4.0
¿Música dodecafónica? ¿Esas piezas horribles y agresivamente disonantes que un grupo de compositores vieneses intentó imponer como el futuro de la música? Así la entendían en su contexto artístico.
Pero, en Buchwald, decidimos publicar el ensayo “Composición con doce tonos” de Arnold Schönberg (1874-1951) no sólo para celebrar a su autor (en el 2025 se cumplen los 150 años de su nacimiento), sino también para ofrecer al lector en general un texto que, más allá de las particularidades técnicas de la teoría musical, despliega una poética personal sobre qué es la música y una búsqueda de renovación, propia de las vanguardias. En el caso de Schönberg, y aunque su obra parece romper con todo lo anterior, es consciente de su continuidad con el pasado. El uso de conjuntos sistematizados de doce tonos de la escala cromática fue una ruptura radical con la tonalidad, el lenguaje musical en Occidente.
A medida que la música se desarrollaba a fines del siglo XIX, Wagner, Mahler, Debussy, Strauss y otros pioneros llevaron al límite ese centro tonal. Diez años después, en el siglo XX, para Schönberg, la música se encontarba en crisis. En lugar de la antigua jerarquía tonal, estableció que los doce tonos se colocaran en un orden o serie. Una vez que se tocaba un tono, no se debía repetir hasta que toda la serie se hubiera desarrollado. Sin embargo, existen formas de modificar ese dictamen, porque Schönberg mismo adaptó su técnica de manera que la serie pudiera ser traspuesta, recorrida hacia atrás o al revés, dividida en unidades más pequeñas que se mezclaban y combinaban, y así sucesivamente.
Esta descripción puede hacer que la técnica parezca rígida, pero Schönberg, por el contrario, la encontraba liberadora: “Me encuentro positivamente habilitado para componer tan libre y fantásticamente como uno lo haría en la juventud, y sin embargo estoy sujeto a una disciplina estética precisamente definible”.