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Emmy Hennings

La última felicidad

2020, 14 pp.   
CC 4.0

Emmy Hennings (1885-1948) no tuvo ningún tipo de educación formal. Se casó a los diecisiete años y ese matrimonio, del cual tuvo una hija, se terminó después de poco tiempo. Hennings comienza una nueva vida cuando es contratada por un teatro itinerante. Es una actriz independiente, pero lleva una vida precaria. En los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, había entrado en contacto con círculos vanguardistas, que fueron ampliados cuando fue contratada por el famoso Cabaret Simplicissimus, en Múnich. En este entorno, publicó su primera colección de poemas, La última felicidad (1913). A mediados de 1915 parte junto a Hugo Ball a su exilio en Suiza.

Este libro presenta a una artista aún expresionista en contenido y forma. Los poemas giran en torno a su experiencia como bailarina de cabaret. Además de incluir ciertos tópicos del expresionismo, como el encierro, el suicidio, la enfermedad, se centra sobre todo, en los entornos sociales marginados: el cabaret, así, será un espacio de explotación y un espacio propio de la mujer. 

En Alemania, a principios del siglo XX, con el crecimiento demográfico de las ciudades, los grandes salones de baile de las metrópolis y los pequeños bares en los suburbios –el cabaret en sus distintas manifestaciones socioculturales– se establecen como los nuevos templos del placer y el bienestar, con el objetivo de ofrecer entretenimiento fácilmente consumible. De este modo, la prostitución es una parte integral del negocio de la diversión. El escenario y los pasillos de estos lugares están determinados por la solicitud y la voluntad del uso del cuerpo de la mujer, abierta o enmascaradamente.

En apariencia, el cabaret se presenta como una oportunidad de emancipación para muchas mujeres, incluso parece afirmarse como una contracara al rol tradicional de la mujer burguesa. La realidad, en cambio, es otra: en esta área, las mujeres tienen estatuto de una propiedad.

Hennings conocía bien esos lugares. Había trabajado en ellos como una chorus girl, performer, incluso como prostituta. Le da voz a esas experiencias al denunciar cómo la permanente disponibilidad de la mujer-objeto es inseparable de la idea de entretenimiento. En medio del ajetreo y el bullicio del negocio de la diversión, ella se detiene y mira, apoderándose, así, de una posición atípica para la mujer de ese entorno: el de observadora. “Die Täuschung ist verführerisch. Die Helligkeit der Oberfläche lockt. Hinter dieser verfänglichen Buntheit, in der sich die Welt mir darbietet, ahne ich die Verzweiflung. Und mein Instinkt, glaube ich, sagt mir, dass diese Verzweiflung das eigentlich Wahre und Wirkliche ist” [El engaño es seductor. El brillo de la superficie, tentador. Detrás de esta ilusoria gama de colores con la que el mundo se me ofrece, intuyo desesperación. Y mi instinto, creo, me dice que esta desesperación es, en verdad, lo real y auténtico].

Parte de todo y, sin embargo, distante, Hennings registra la posición débil e impotente de las mujeres en la industria del placer de su época. Al observar el floreciente negocio, reconoce, debajo de la superficie, la enajenación humana, su falta de comunicación y silencio voluntario. En la atmósfera cerrada y calurosa de los cabarets, Hennings sueña con noches lluviosas, de frío o con un refugio marino; evoca recuerdos de infancia y a algunas amigas perdidas. En esas ensoñaciones, ella aparece inocente, guiada y protegida, bajo una luz de ingenuidad casi. Imágenes, que sin duda, expresan una necesidad de protección, compromiso y dirección.

Dos ejes anclan este libro de manera deliberada: imágenes ideales, determinadas por la confianza y la inocencia; pero también recuerdos de dolor, mentiras y soledad.

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