26/3/1916
Hoy leí por primera vez El fin de Bailarín, un texto en prosa, en el que describo una existencia socavada por todos los medios y temores; un poeta que enferma por las inmensas e inconmensurables profundidades y se desmorona entre espasmos nerviosos y parálisis. La insidiosa razón es una hipersensibilidad que busca obsesivamente la claridad de las visiones. No puede evitar las impresiones ni controlarlas. Sucumbe a las fuerzas subterráneas.
18/4/1916
Tzara nos atormenta con la revista. Mi propuesta de llamarla Dadá fue aceptada. […] En rumano significa “sí, sí”; en francés “columpio” y “caballito de madera”. Para los alemanes, es un signo de boba ingenuidad y una fructífera asociación con un cochecito de bebés.
13/6/1916
Imagen y palabra son una. Pintores y escritores son uno. Cristo es palabra e imagen. La palabra y la imagen están crucificadas.
22/9/1916
Sobre la rara influencia que esta época ejerce sobre mí.
Creía que solo la belleza y la pobreza tenían poder sobre mí, y debo reconocer que me engañaba. Para confesar sus crímenes, una época necesita un médium. Para consolarme, solo puedo decirme una cosa: tal vez sea menos importante lo que uno haga que donde uno coloque sus oídos.
Los dadaístas exigíamos que se mostrara y ostentara a los jóvenes, con todas sus virtudes y defectos, con toda su maldad y su bondad, con todo su cinismo y sus locuras, independientemente de cualquier moral y, sin embargo, partiendo de una moral: la exaltación de la humanidad (y no solamente de aquellos que lo merecen por su sabiduría, de quienes la vida social promueve, o de los adaptados al sistema). Eso fue un error. ¿Son acaso la infancia y la juventud divinas? No lo creo.
Quisimos ayudar a los hechos a alcanzar sus derechos; aquellos hechos, no importa su índole (espantosos, ridículos, sublimes o desalentadores), en su conjunto, constituyen lo “irracional, la sublime necedad, el inagotable milagro de la vida”. En esto también se mezclaron lo verdadero y lo falso. Hay que abandonar los irracionalismos. Tanto lo suprarracional como lo absurdo son irracionales. Caímos en la superstición de que la vida misma era uno de nuestros irracionalismos; pero es necesario separar lo natural de lo sobrenatural.
Ahora me inquieta la pregunta sobre los límites. Nuestra época también intenta hacer de lo sobrenatural algo completamente natural. ¿Dónde residen las garantías de lo sobrenatural? No encuentro más respuesta que esta: en el aislamiento, en el abandono, en el substraerse del tiempo. Así, uno se vuelve sobrenatural sin darse cuenta. Hay que procurar aislarse de esta época, pero sin abandonar la vida, la belleza, lo insondable. Así es como se emprenderá mejor el aislamiento.
29/9/1916
“Convertirse en un ser humano es un arte”
[Mensch werden ist eine Kunste]. (Novalis)
De esta edición: Ball, H. (1927). Flucht aus der Zeit. München: Drucker und Humboldt, pp. 75-121.