La ciudad es su propia prisionera. Está protegida del enemigo, pero como alguien que está encarcelado de por vida y no necesita temerle a nadie. Un callejón abre a la fuerza otros callejones. Eventualmente termina siendo un callejón sin salida, se cierra en sí mismo, se repliega, y si tiene suerte, se contrae tanto que consigue seguir, pero solo para encontrarse con otro que está en las mismas condiciones. Los callejones parecen gusanos retorciéndose entre las casas. Y todos terminarían en el río, si no fuera porque el muro se los impide.
Derecha, izquierda, arriba, abajo. No importa a dónde vaya. Escucho a personas hablar, las veo moverse, pero son distantes, como si estuvieran detrás de una pared de vidrio. Escucho la risa de un niño, pero no es de mi época, no es un niño contemporáneo. En países extranjeros, puedo sentirme como en casa, pero no en otra época. Nuestra verdadera patria es el presente. Nuestros camaradas y compatriotas son nuestros contemporáneos. Si no hubiera encontrado el famoso liceo que el Cardenal de Tournon fundó, hubiera seguido hacia el puente que cuelga sobre el Ródano y lleva a Tain. Allí hay una estación de trenes. Trenes que pueden llevarme de vuelta al presente.
Viajes y hoteles. Buchwald Editorial, 2018.