Si de verdad uno fuera un indio, alerta, sobre el caballo galopante, oblicuo en el aire, una y otra vez estremecido por ligeros temblores al rozar el suelo trepidante, hasta que uno deja las espuelas, porque no hay espuelas, hasta que uno tira las riendas, porque no hay riendas, y apenas uno contempla delante de sí el llano raso, ya sin el cuello ni la cabeza del caballo.
Buchwald