–Ay –dijo el ratón–, el mundo es cada día más estrecho. Al principio era tan amplio que daba miedo. Yo seguía mi camino y era feliz cuando veía, a lo lejos, muros a mi derecha e izquierda. Pero los muros se juntan tan rápido que ya estoy en el callejón, y allí, donde termina, está la trampa a la que me dirijo.
–Che, sólo tenés que cambiar de dirección –dijo el gato y se lo comió.
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