A Robert Delaunay
11 de marzo de 1913
... Mi arte es lo único para lo que no encuentro ni palabras ni explicaciones... Al principio reflexionaba mucho sobre lo que hacía, y eso duró hasta que dejé de sentir un vínculo con el arte de otros. Desde entonces, soy libre. No reflexiono ni ante mi obra ni ante la de los demás. Pinto como vivo: puro instinto. Sólo cuando un trabajo está terminado, soy consciente de mi desarrollo. Henri Rousseau, el aduanero, es el único cuya obra no deja de atormentarme. Una y otra vez trato de imaginar cómo pintó esas magníficas obras suyas, intento ponerme en el estado interior de ese admirable pintor, quiero decir: sentir un gran amor... Estoy tan lejos de todas las teorías que nunca cuelgo mis cuadros en mi casa... sería como mirarse al espejo, y eso lo odio... Kandinsky, en este sentido, es lo opuesto y, por eso, lo amo tanto...
A Gabriele Münter
Sindelsdorf, 23 de julio de 1913
Querida amiga, acontecimientos. Ayer estuvo un coleccionista de Ámsterdam, Beffie (con su esposa), en Sindelsdorf y compró 2600 marcos en obras (Arme Land Tirol, Die (rote) Weltenkuh y un cuadro muy pequeño). ¿No es fantástico? Estaba completamente sin dinero... De usted, podría estar interesado en el Stilleben mit weißen Tieren y en el Große dekorative Stilleben y Maske mit Rosa. Me pidió que le preguntara los precios de cada uno y tmabién en el caso de que los comprara todos. Beffie impone una condición que veo difícil hacerlo cambiar de opinión: lo que compra no lo presta para exposiciones (por lo tanto, tampoco para el Salón de Otoño); ha tenido malas experiencias con esto (también Koehler). Este punto me apena, sobre todo en su caso, ya que me gustaría mucho ver los dos bodegones en el Salón de Otoño. Pero vender es mejor que exhibir, ¿no?
Había pensado lo siguiente para el Salón de Otoño:
1. Bodegón decorativo
3. Máscara con rosa
4. Máscara con verde
5. Bodegón con animales blancos
6. Bodegón claro
Por lo tanto, excluiría:
2. Bodegón de escritorio
7. Flores marchitas
8. Bodegón con flores blancas
9. Hombre en sillón
No es fácil explicar las razones con palabras. Los números 7 y 8 me parecen, sobre todo para una exposición, oscuros y no terminados, no lo suficientemente fuertes en su “composición”, lo mismo ocurre con el bodegón de escritorio. Hombre en sillón es una cuestión difícil. Lo que me incomoda es que me parece inacabado, desigual en sus partes; algunas cosas están modeladas; otras son, sin motivo, superficialmente planas; algunas están llenas de una profunda atmósfera; otras demasiado naturalistas, como por ejemplo, la manija de la puerta a la izquierda. En su conjunto, el cuadro da la impresión de no estar completamente desarrollado, y esta obra, debido a su expresión general y su tamaño, exige un triunfo sobre lo material, no una victoria parcial. La pregunta ahora es: si Beffie compra, entonces, lamentablemente, se excluirán del Salón de Otoño justamente las mejores pinturas –a mi parecer–, (números 1 y 5), en ese caso, recomendaría exponer Hombre en sillón, Máscara en verde y Bodegón claro (este último me gusta mucho)...
A Wassily Kandinsky
Sindelsdorf, 27 de marzo de 1914
L.K., gracias por su detallada carta. Seguramente no nos entendemos del todo. Porque si debo aceptar su idea, todo lo que llega a ser se vuelve perfecto, y el anhelo de perfección, de una forma de ser superior y más perfecta, se extinguiría. Nuestro arte, la música es necromancia, maniera divina, nunca algo positivo. Y con ello, también tengo la sensación de que siempre está lleno de escorias, impurezas terrenales; aquí, sin embargo, distinguimos un grado mayor o menor de pureza. Por eso, Picasso me parece más puro que los otros cubistas; Fiesole más puro que Botticelli. Creo que nuestros pensamientos corren en paralelo en este punto; lo que uno deja de lado, el otro lo toma...
A Hugo Ball
8 de abril de 1914
Estimado señor Ball, a juzgar por las notas de los diarios, nuestro proyecto teatral parece derivar hacia el habitual dorado equilibrio muniqués; se habla del “artista muniqués” como si fuera el concepto más claro del mundo. (En realidad, lo es). Debería dejarse claro que no tenemos absolutamente ninguna intención de crear sólo decorados bonitos nuevos y “escenografías”, sino que queremos reorganizar la escena misma, es decir, reformar la representación teatral según nuestra visión artística. Me queda completamente claro que, en mi caso particular, me vería envuelto en un conflicto con el Düsseldorfer Ensemble si intentara adaptar su manera de interpretar a mis intenciones. Sin embargo, el asunto se simplifica bastante por el hecho de que, entre los artistas que usted había considerado inicialmente, probablemente sea yo el único que tiene mucho que perder en ese conflicto inevitable. Conozco a Bechtejeff, Jawlensky, Seewald y Weissgerber, estoy seguro que crearán decorados y escenografías estupendas, a las cuales el Ensemble ofrecerá una interpretación formidable. Estoy firmemente convencido de esto, pero también tan convencido de la imposibilidad, por mi parte, de participar en ello. Prefiero esperar hasta que realmente se pueda crear algo nuevo, con un conjunto propio y total libertad. De otro modo, no se logrará nada auténtico. Para eso, habría que convocar a Kokoschka, Kandinsky, Klee, Macke, y como músicos (que hoy son indispensables para el escenario) atraer al círculo de Schönberg (Schönberg, Webern, Alban Berg, entre otros), todo preparado con tiempo, para que nada sea precipitado. ¿No podría fundarse una sociedad con este programa abierto? Tal vez se encuentren patrocinadores o empresarios interesados. O tal vez sea una utopía que no le interesa a nadie. (¡Le atribuyo a la actualidad cualquier cosa!) Le escribí todo esto para que no tenga ninguna duda sobre mi postura. No tengo el más mínimo deseo de participar en una obra a medias. Tengo curiosidad por ver cómo sigue desarrollándose (en realidad, sé muy bien cómo se desarrollará, es decir, como siempre en Múnich). Con un cordial saludo, suyo, Fz. Marc.
A August Macke
Ried, 12 de junio de 1914
Querido, con toda razón querido August, ¿están bromeando? ¿pedirme una carta sobre arte? Para concederte el gusto, al menos usé este hermoso papel. ¿Qué más se puede decir aparte de que pintar se vuelve más difícil con cada paso que uno da? Tampoco creo que ambos estemos siguiendo el mismo camino. Pienso de manera similar de Klee, cuya opinión ya debes conocer. Soy alemán y sólo puedo trabajar en mi ámbito; ¿qué me importa la peinture de los orfistas? No podemos hacerlo tan bien como los franceses, o mejor dicho, los latinos. Nosotros, los alemanes somos y seguiremos siendo ilustradores natos, gráficos, incluso cuando pintamos. (Worringer lo dice muy bien en su introducción a su Altdeutschen Buchillustration). Sabes cuánto amo a los franceses, pero no por eso puedo convertirme en uno de ellos. Busco en mí mismo, siempre en mí, y trato de representar lo que vive en mí, el ritmo de mi sangre; también creo hoy, con certeza, que mis mejores cuadros los pintaré cuando tenga entre 40 y 50 años; todavía no he terminado nada en mí. Si pudiera, no exhibiría nada durante cinco años ¡Ese horrible “tener que vender”! Sin embargo, no puedo decidirme a exhibir en la nueva casa de la Secesión junto a Beckmann, Rösler, Jagerspacher, Weissgerber, Arnold, etc. –no está bien–. En octubre, la Sturm llevará nuevamente una colección mía en su gira. Es una lástima que no puedan venir aquí pronto. ¡Seguro que conversaríamos sobre arte! Pero escribir sobre arte –“cartas sobre arte”– hoy en día ya no es posible, al menos a mí no me sale de la pluma; aunque, en silencio, siga escribiendo –no puedo evitarlo–. Estoy trabajando en algo más desarrollado sobre las posibilidades del teatro moderno, ideas muy problemáticas, pero creo que al menos son “ideas”. Cuando tenga algo concreto, te lo enviaré. Es difícil escribir sobre ese tema. María les contará los nuevos detalles de nuestra vida. Excepto por la estúpida falta de dinero, estamos bastante bien. Los Klee estuvieron aquí hace unos días y tocaron música. Un señor W. Beffie (de Ámsterdam), un coleccionista agradable (que el año pasado me compró unos 2000), tal vez te visite este verano en Bonn. Saludo a los cuatro. Su viejo Franz.
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