Pronto se va a hablar del silencio como de un cuento de hadas. El ser humano ha abandonado el silencio. Todos los días inventa máquinas y aparatos que aumentan el ruido y distraen a las personas de la vida esencial, de la contemplación, de la inmersión espiritual. Autos, aviones, radios, bombas atómicas: los más recientes, grandes triunfos del progreso. El ser humano ya no tiene nada esencial que hacer, pero esa nada la quiere hacer rápido y con un ruido sobrehumano. Quiere distraerse y no tiene ni idea de que el robot, que ahora dirige, lo conduce al sinsentido. Se siente seguro cuando ulula, aúlla, grita, truena, cruje, silba, rechina, trina. Su inquietud se calma. Su vacío inhumano se despliega monstruosamente como un tumor gris.
Buchwald
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