Un leñador talaba árboles frente al castillo del rey y, parada junto a la ventana, la princesa lo miraba. Al mediodía se sentó a la sombra para descansar. La princesa percibió lo bellísimo que era, entonces se enamoró de él. Lo mandó a llamar.Cuando él conoció a la princesa se enamoró de ella, también por su belleza. No tardaron en sentir que su amor era recíproco, pero ya le habían revelado al rey que la princesa amaba a un leñador. Al escuchar la noticia, el rey la buscó y le dijo: “Sabés bien que sólo te podés casar con quien traiga los tres pelos dorados que le quedan al diablo en la cabeza, no importa si esa persona es un príncipe o un leñador”. Como ningún príncipe había sido lo suficientemente valiente para lograrlo, pensó, un triste leñador lo sería aún menos. La princesa se entristeció porque ya muchos príncipes que querían conseguir los tres pelos dorados del diablo habían muerto. Sin embargo, como no había otra alternativa, le contó al leñador lo que su padre le había dicho. El leñador no sintió ninguna tristeza y dijo: “no me parece imposible, espéramehasta que vuelva, mañana temprano me pongo en camino”.
Así que el leñador fue a buscar al diablo y no tardó en llegar a una gran ciudad. En las puertas de la ciudad el guardia le preguntó por su oficio y por lo que sabía hacer. "Lo sé todo", respondió. “Si lo sabes todo”, dijo el portero, “sana a nuestra princesa; ningún médico del mundo ha podido ayudarla”. “Lo haré cuando regrese”. En la segunda ciudad también le preguntaron por su oficio y lo que sabía hacer. “Lo sé todo”. “Entonces dinos por qué se secó la hermosa fuente de nuestro mercado”. “Lo haré cuando regrese”, dijo el leñador y no se dejó retener. Llegó a una higuera que estaba a punto de marchitarse y el hombre que esperaba parado junto a ella le preguntó por lo que sabía hacer. “Lo sé todo”.“Entonces dimepor qué la higuera se marchita y no da frutos”. “Lo haré cuando regrese”. Continuó su camino y se topó con un barquero que le preguntó qué sabía hacer. “Lo sé todo”. “Entonces dime: ¿cuándo seré reemplazado, cuándo dejaré de ser yo quien lleve a las personas al otro lado?”. “Lo haré cuando regrese”.
Después de haber llegado al otro lado, el leñador se dirigió al infierno. Todo estaba oscuro allí. El diablo no estaba en casa, sino su esposa que estaba esperando. El leñador le dijo: “Señora Diabla, buen día, me gustaría tener los tres cabellos dorados que a su marido le quedan en la cabeza; también me gustaría saber por qué una princesa no se cura, por qué un profundo pozo se secó y una higuera no da frutos, y por qué un barquero no encuentra relevo en su oficio”. La mujer se sobresaltó y dijo: “Si el diablo te encuentra aquí te va a devorar de un bocado y olvidate de los tres pelos dorados. ¡Ay,todavía sos joven!, me das pena, quizá pueda ayudarte”. El leñador se metió debajo de la cama. No pasó mucho tiempo hasta que el diablo llegó a su casa: “Buenas noches, mujer”, y comenzó a desvestirse. Luego dijo: “¡Pero qué pasa en la habitación! Huelo… huelo carne humana... tengo que revisarla”. “¡Pero qué vas a oler!”, dijo la mujer, “tenés un resfriado y además siempre andas oliendo carne humana, por favor, no me desordenes todo que acabo de limpiar”. “Estoy muerto de cansancio, sólo quiero un poco de paz y vos ni siquiera me dejás meterme un bocado en la boca”.
Dicho esto, se acostó y su esposa lo acompañó. Pronto se quedó dormido, primero sopló, luego roncó, al principio suavemente, luego tan fuerte que hizo temblar las ventanas. Cuando su mujer vio que estaba profundamente dormido, agarró uno de los tres pelos dorados, lo arrancó y se lo tiró debajo de la cama al leñador. El diablo se despertó sobresaltado: “¿Pero qué hacés mujer?”. “¡Oh! Tuve una pesadilla, debí haber reaccionado por miedo”. “¿Pero con qué soñaste?”. “ Soñé con una princesa que tenía una enfermedad que ningún médico en el mundo podía curar”. “¿Pero si sólo tienen que sacar el sapo blanco que está debajo de la cama?”. Se dio la vuelta y se volvió a dormir. Cuando la mujer lo escuchó roncar, agarró el segundo pelo, lo arrancó y lo tiró debajo de la cama. El diablo se levantó de un salto: “¡Pero... te has vuelto loca, me volviste a tirar de los pelos!”. “¡Oh! Querido, estaba parada frente a una gran fuente en el centro de un mercado, la gente lloraba porque no había agua en ella y me preguntaban si podía ayudar, me acerqué a ella y era tan profunda que me sentí mareada, entonces quise sostenerme y debo haberme quedado agarrada de tu pelo”. “Solo tenías que decirles que sacaran la piedra blanca que está en el fondo, y déjame en paz con tus sueños”. Se volvió a acostar y pronto roncaba tan terriblemente como antes. La mujer pensó: atrevete, sólo una vez más, y arrancó el tercer cabello dorado y lo tiró hacia abajo. El diablo se levantó de un salto y estaba furioso, pero la mujer lo tranquilizó, lo besó y le dijo: “¡Son pesadillas! Un hombre me mostró una higuera que estaba a punto de marchitarse y se quejaba de que no daba frutos, así que quise sacudir el árbol para ver si caía alguno y tiré de tu pelo”. “Eso también habría sido en vano, un ratón roe la raíz, y si no lo matan, el árbol va a morir; recién cuando el ratón esté muerto, volverá a estar saludable y dará frutos; pero no me molestes más con tus sueños, que quiero dormir, si me volvés a despertar te voy a dar una bofetada”. La mujer tuvo miedo de la ira del diablo, pero el pobre leñador necesitaba saber una cosa más, y solo el diablo lo sabía. Entonces lo agarró de la nariz y tiró de ella. El diablo se levantó de un salto como loco y le dio una bofetada que resonó en todo el infierno. La mujer comenzó a llorar y dijo; “¿Querés que me ahogue? Un barquero me llevaba al otro lado del río, cuando llegamos a la otra orilla quiso encadenar la barca a un árbol, tuve miedo de caerme y quise sostenerme de algo, así que me agarré de tu nariz”. “¿Por qué no prestás atención? El bote siempre hace ese movimiento”. “El barquero se quejaba de que nadie iba a reemplazarlo en un trabajo al que no veía fin”.“Lo que tiene que hacer es darle su puesto al primero que quiera pasar y así hasta que aparezca un tercero; además, sí que son curiosos tus sueños, todo lo que has soñado es real: ahora no me vuelvas a despertar, no falta mucho para que amanezca y todavía quiero dormir, de lo contrario te va a ir mal”.
Después de haber escuchado todo y cuando el diablo volvió a roncar, el leñador le agradeció a la Señora Diabla y se fue. Cuando llegó donde estaba el barquero, este quiso saber la respuesta. “Primero llévame al otro lado”. Ya en la orilla le dijo: “la próxima vez que alguien quiera pasar le entregás tu puesto y le decís que lo va a ocupar hasta que alguien lo releve”. Luego se topó con el hombre de la higuera estéril y le dijo: “sólo tenés que matar al ratón que roe las raíces y el árbol volverá a dar frutos como antes”. “¿Qué querés de recompensa?” preguntó el hombre. “Un regimiento de infantería” y apenas había pronunciado esas palabras, un regimiento ya marchaba detrás de él. Al leñador no le pareció mal y así llegó a la ciudad donde el pozo del mercado se había secado: “saquen la piedra blanca que está en el fondo”. Entonces alguien bajó y sacó la piedra, y apenas estuvo arriba, la fuente se llenó de nuevo con el agua más cristalina. “¿Qué querés de recompensa?”, preguntó el alcalde. “Dame un regimiento de caballería”. Y cuando el leñador salió por la puerta, un regimiento de caballería lo seguía. Entonces llegó a la ciudad de la princesa enferma que ningún médico podía curar. “Solo maten al sapo blanco que se esconde debajo de la cama”, y cuando lo hicieron, la princesa comenzó a recuperarse y a tener mejor color. “¿Qué querés de recompensa?”, preguntó el rey. “Cuatro vagones cargados de oro”, dijo el leñador.
Finalmente llegó a casa de la princesa con un regimiento de infantería, un regimiento de caballería y cuatro carros cargados de oro detrás suyo; los tres pelos dorados los llevaba consigo. Le dijo a su escolta que esperara en las puertas de la ciudad, pero si daba una señal desde el castillo, deberían entrar rápidamente. Poco después estaba ante la princesa, su amada; al padre le entregó los tres pelos dorados del diablo y le pidió que, como prometió, le entregara a la princesa. El rey se asombró y dijo que los tres pelos dorados eran verdaderos, pero que lo de la princesa tenía que pensarlo. El leñador escuchó esas palabras, se paró junto a la ventana y silbó con fuerza, de repente un regimiento de infantería, un regimiento de caballería y cuatro carros pesadamente cargados de oro entraron marchando por la puerta. “Señor Rey”, dijo el leñador, “mire, quienes están entrando a la ciudad son mi gente, y allí, en esos carros cargados de oro están mis riquezas: ¿va a darme ahora a la princesa?”. El rey se asustó y dijo: “Sí, de todo corazón”. Entonces se casaron y vivieron felices. Y es por eso que quien no le teme al diablo puede arrancarle los pelos y ganar este mundo entero.
Kinder- und Hausmärchen, 1812
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