Así morimos, así es como morimos.
Todos los días morimos,
porque dejarse morir es muy lindo.
Al amanecer, todavía dormidos y soñando;
a la tarde, ya nos despedimos.
Por la noche, en lo profundo de la tumba.
La batalla es nuestro lugar de encuentro.
Nuestro sol es sangriento.
Llevamos la muerte como insignia y consigna.
Abandonamos mujer e hijos.
¿Qué nos importan?
Si solo se puede confiar
en uno mismo.
Así asesinamos, así es como asesinamos.
Todos los días asesinamos.
Una danza de la muerte entre compañeros.
Hermano, firme;
hermano, saca pecho;
hermano, vas a caer y a morir.
No nos quejamos, no refunfuñamos.
Permanecemos en silencio
hasta que el hueso se nos desprende de la cadera.
Dura es la vida en nuestro cuartel,
seco, nuestro pan.
Sangriento y mugroso, el Padre Nuestro.
Te estamos agradecidos, te estamos agradecidos
amado káiser, por tu misericordia,
por habernos elegido para la muerte.
Descansa, duerme tranquilo y en paz,
hasta que nuestro cuerpo cubierto de césped,
te despierte.