¡Querida señora Schröder y querida Dore! La linda bufanda ya no puede calentar a nuestro muchacho. Está muerto, bajo tierra. Fue de los primeros en morir en su regimiento, en Dixmuda. No necesitó sufrir.
Al amanecer lo enterraron, sus amigos lo llevaron hasta la tumba. Luego, volvieron a su terrible oficio. Le agradecemos a Dios que se lo haya llevado con tanta delicadeza de esta carnicería.
Por favor, no nos visiten. Agradecemos el dolor que sabemos que sienten.
Karl y Käthe Kollwitz y Hans
Dame la libertad para poner un fin. De diarios y cartas.
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