[...] El padre intenta (en parte, con éxito) educar a su familia (a sus hijos) de acuerdo con las normas de su visión; el Estado, o más bien el gobierno, también se esfuerza por influir, por dirigir, al pueblo, de acuerdo con las normas constitucionales pertinentes.
Se construye un entorno para el ciudadano con el objetivo de forzarlo a considerar el elemento normalizador de la constitución como el elemento normalizador de su propia conciencia. Así, la concepción de realidad en la conciencia de las masas –es decir, en la conciencia del individuo– se ve influenciada y reconstruida por la respectiva constitución o, más bien, por los partidarios de esa constitución.
Aquellos que estén sujetos a la influencia de la violencia normativa, los leales al Estado, serán favorecidos; mientras que aquellos que conserven su conciencia subjetiva y su perspectiva individual serán vistos y tratados como un elemento peligroso y poco confiable.
Las personas de esta última categoría se autodenominan personas libres y se encuentran, sobre todo, en las “profesiones independientes”. Su modo de pensar no está supeditado a ninguna constitucionalidad estatal; su actividad ignora los intereses del Estado. De este modo, surge una lucha entre el Estado y el hombre libre. El Estado pretende influir en la actividad del profesional independiente de manera “funcional”, es decir, imponer al creador el elemento adicional que actúa en el sentido de la constitución, de tal manera que, por ejemplo, el pintor, en su cuadro, pueda expresar el elemento adicional en el sentido de norma constitucional. Porque toda formación creadora demuestra la posibilidad de nuevas concepciones, nuevas normas capaces de trastocar la armonía de las viejas concepciones (la vieja norma).
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