¡Buen día! ¿Pensaron en algo que les gustaría preguntar?
Alguien lee el artículo de la Schweizerische Bienen-Zeitung (nros. 2 y 3, febrero y marzo de 1923): “Sehen die Bienen für uns unsichtbare Farben?” [¿Las abejas ven colores que son invisibles para nosotros?]
Dr. Steiner: Hablemos un poco de eso. Miren, estos experimentos que Forel y Kühn [Auguste Henri Forel (1848-1931), psiquiatra y naturalista suizo, autor, entre otras obras, de Das Sinnesleben der Insekten (1910); Alfred Kühn (1885-1968), zoólogo alemán, autor de Die Orientierung der Tiere im Raum (1919)]. llevaron a cabo muestran lo irreflexiva que puede ser la experimentación científica en la actualidad. ¡No hay nada más absurdo que la interpretación que le dan al experimento! Supongamos que tomo una sustancia sensible a los rayos ultravioleta –existen sustancias así–, es decir, aquellos colores que se encuentran, en el espectro de color, más allá del azul y violeta perceptibles, es decir, que el ser humano no los puede percibir. Tomemos como ejemplo el platino-cianuro de bario, que se menciona en el artículo y emite luz incluso en la oscuridad. Supongamos que creo un dispositivo capaz de bloquear de la luz todos los colores –rojo, naranja, amarillo, verde, azul (incluyendo el índigo) y violeta, lo visible del violeta para el ojo humano (dibujo 9)–, y únicamente deja pasar los rayos ultravioleta. De esta manera, obtengo una región del espectro lumínico que es invisible para el ser humano. Si coloco este compuesto químico, un polvo blanco, en una habitación completamente oscura donde esté expuesto solo a estos rayos ultravioleta, comenzará a brillar fosforescente. Nosotros, como seres humanos, no podemos ver nada en la habitación. Permitimos que entren rayos de luz, aplicamos el dispositivo para eliminar el espectro visible, así solo entran los rayos ultravioleta. Entonces lo vemos. Brilla. Por lo tanto, siguiendo la lógica del artículo, el platino-cianuro de bario “ve a través de algún tipo de ojo” porque muestra una reacción.
Tampoco es distinto cuando se utilizan hormigas en el experimento: en lugar de usar platino-cianuro de bario, se toman hormigas y se bloquean ciertas longitudes de onda. Las hormigas se dirigen hacia el azúcar sin verlo, de la misma manera que el platino-cianuro de bario emite luz. Así que, según el artículo, podría decirse que las hormigas “ven” los rayos ultravioleta. Sin embargo, las hormigas no necesitan verlos, al igual que el platino-cianuro de bario no necesita “ver” para emitir luz.
Lo único que se puede afirmar es que estas interacciones ocurren a través de los órganos sensoriales de los insectos, porque, según el artículo, si se les tapan los ojos, estas reacciones dejan de ocurrir. Así que, efectivamente, hay una influencia sobre estos insectos a través de sus órganos sensoriales. Además, es propio de estos científicos extrapolar lo observado en abejas a hormigas y avispas, y viceversa, lo que evidencia lo irreflexivo de sus experimentos.
A esto se añade lo siguiente: si avanzamos hacia los llamados rayos ultravioleta (dibujo 10), es decir, en el espectro que sigue al rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta, encontramos los ultravioleta de un lado y los infrarrojos del otro. Los rayos ultravioleta tienen una característica particular: actúan con gran intensidad química, como menciona el propio artículo. Cualquier sustancia expuesta a los rayos ultravioleta sufre un fuerte ataque químico. Cuando una hormiga se expone a estos rayos, también es químicamente afectada de inmediato, y lo siente, especialmente en los ojos. Este efecto es similar a lo que ocurre con el platino-cianuro de bario en un entorno químicamente reactivo. Si en una habitación se bloquea todo excepto los rayos ultravioleta, la hormiga percibe inmediatamente que algo está ocurriendo. Particularmente, si las larvas o huevos de las hormigas están presentes, se verían alterados y podrían morir debido a los intensos efectos químicos, lo que lleva a las hormigas a protegerlos.
Así que, lo que este artículo describe es, en realidad, una interacción de tipo químico. Confirma lo que mencioné antes: las abejas tienen una especie de “gusto olfativo”, algo que se encuentra entre el olfato y el gusto, y es por eso que perciben estos estímulos. En las hormigas ocurre algo similar.
Estos investigadores entienden tan poco de lo que realmente sucede que ni siquiera saben que, cuando los humanos perciben colores con sus ojos, ya se producen pequeños cambios químicos en el ojo, incluso al percibir los rayos violeta. La percepción del color en los humanos ya tiene un componente químico. Por tanto, lo que se investiga en las abejas es la influencia de los cambios químicos internos que ocurren cuando están expuestas a la luz ultravioleta.
Ahora bien, todo aquello que está en el rango del negro, blanco, amarillo, gris (el gris no es más que un blanco más oscuro) y azul grisáceo es perceptible para las abejas. En esas tonalidades, no hay presencia del ultravioleta. Entonces, las fuertes interacciones químicas que las abejas perciben cuando están expuestas a la luz ultravioleta no se producen en esta gama de colores. Si una abeja pasa del rango de negro, blanco, amarillo y azul grisáceo al ultravioleta, siente que es algo completamente ajeno a ella. Todo se reduce a que las abejas tienen algo que podría describirse como un “gusto olfativo”, una cualidad intermedia entre el olfato y el gusto.
Nosotros diferenciamos claramente entre oler y saborear, y el gusto es, sobre todo, un sentido químico, basado completamente en reacciones químicas. Las abejas poseen algo que se sitúa entre ambos sentidos.
Esto no niega que las abejas puedan distinguir, por ejemplo, si la caja donde viven tiene colores distintos. Cada color tiene una influencia química y térmica. Si, por ejemplo, una superficie se pinta de rojo y una abeja se acerca, la siente cálida. ¿Cómo no iba a notar la diferencia cuando se acerca a una superficie azul, que le resulta más fría? El rojo produce calor; el azul, frío, y esto, naturalmente, las abejas pueden percibirlo (dibujo 11).
Sin embargo, no se debe concluir que las abejas ven con los ojos de la misma manera que lo hace un ser humano. Pensar eso sería un completo disparate.
Lo mismo ocurre con otros fenómenos. Ya conocemos lo equivocado del enfoque de ciertos experimentos. Por ejemplo, existe una planta conocida como la Venus atrapamoscas, que cierra sus hojas apenas algo la toca. Es como si nosotros cerráramos la mano en un puño cuando alguien intenta lastimarnos la palma. La planta espera a que un insecto se acerque para cerrar sus hojas sobre él. Algunas personas dicen que la Venus atrapamoscas tiene un alma, ya que percibe la presencia del insecto y reacciona.
Pero yo siempre respondo: conozco un mecanismo que, cuando un animal se le acerca y toca una parte de él, se cierra de inmediato, atrapándolo. Este mecanismo es una trampa para ratas. Si atribuimos un alma a la Venus atrapamoscas, entonces también deberíamos atribuirle un alma a la trampa para ratas.
Si afirmamos que las abejas “ven” porque hacen algo bajo la luz ultravioleta, entonces también tendríamos que decir que el platino-cianuro de bario “ve” porque reacciona químicamente en esas condiciones.
Si las personas reflexionaran más, llegarían a conclusiones muy interesantes. El platino-cianuro de bario contiene, entre otras cosas, bario. El bario es un metal blanco, pertenece al grupo de los metales alcalinos, y desempeña un papel importante en la vida humana. Por ejemplo, no podríamos digerir correctamente las proteínas que consumimos si no tuviéramos en nuestro páncreas ciertos metales como el bario.
El platino, por su parte, es un metal valioso, muy duro y pesado, considerado un metal noble. Estos metales están relacionados con nuestra capacidad de sentir y percibir.
Y también hay algo más en la composición: cianuro, que es un tipo de ácido cianhídrico. Antes les mencioné que los músculos humanos generan pequeñas cantidades de ácido cianhídrico cuando trabajan. Por lo tanto, este compuesto químico es, en cierto modo, similar a lo que el cuerpo humano produce continuamente. De esto se puede deducir que los humanos somos sensibles en nuestro cuerpo –aunque no en nuestros ojos– a los procesos químicos que tienen lugar en la luz ultravioleta, es decir, a los componentes químicos de la luz. Lo que significa que también nosotros, si prestamos suficiente atención, podemos percibir e interpretar estos efectos.
Sin embargo, solo la ciencia espiritual nos permite prestar atención a ciertas cosas. Como, por ejemplo, a que existe una especie de sentir donde el platino-cianuro de bario es afectado. En las abejas, es más que evidente. Perciben los colores con una intensidad extraordinaria y solo ven colores cuando un ser vivo emite una luz propia, aunque sea muy tenue.
Por eso dije, en general, en torno a la abeja está en penumbra. Pero cuando aparece una nueva reina, brilla para las demás abejas como lo hace, para nosotros, la luciérnaga en verano. Los tres pequeños ojos de la abeja perciben este fenómeno; los otros ojos, los más grandes, tienen ya cierta sensibilidad a la luz, similar a cómo nosotros percibimos en la penumbra. Cuando se reduce la luz, el animal siente la presencia de un color que actúa químicamente, como el ultravioleta, o de uno que no tiene efectos químicos, como el infrarrojo.
Al final del artículo que venimos discutiendo, se menciona que en el futuro habrá resultados de experimentos con luz infrarroja. Es cierto que, al ser expuestas a la luz infrarroja, las abejas se comportan de manera completamente distinta, ya que ahí no hay efectos químicos. Los resultados que se han presentado hasta ahora son correctos, pero no se puede llegar a conclusiones como las de Forel y Kühn. Insisto, se trata de un criterio irreflexivo. Y es así como la gente después dice: “Esto está completamente demostrado”. Sí, claro, por quien también le atribuye un alma a una trampa para ratas. Pero para alguien que sabe hasta dónde puede llegar, que reflexiona sobre el alcance real de lo observado, no es tan claro ni está probado.
En la vida cotidiana, no estamos acostumbrados a analizar las cosas con precisión. Si las personas experimentan algo insignificante, tienden a exagerarlo, “hacen una tormenta de un vaso de agua”, como se dice. Esto sucede también entre los académicos. Si encuentran un fenómeno, no se detienen a pensar, sino que continúan extrapolándolo más allá de lo inmediato. Así, se crean ideas fantasiosas, exageraciones. Muchas veces, la ciencia actual hace afirmaciones que se sostienen únicamente por su poder, porque controla la mayoría de las publicaciones y, rara vez, se contradice lo que se presenta. Pero, al final, no se podrá hacer nada práctico con todo ese material.
Creo que, si observan la apicultura, verán que los apicultores más competentes apenas prestan atención a lo que Forel y Kühn han descubierto, porque necesitan trabajar de manera práctica e instintiva, y hacer lo necesario. Sin embargo, siempre es mejor comprender también lo que se hace de manera instintiva. Creo que, por lo general, un apicultor solo se sentará a leer un artículo de este tipo en una tarde de domingo, cuando afuera esté nevando, porque, aunque le interese, no puede aplicarlo, simplemente no ofrece herramientas prácticas.
Pero, señores, seguramente tienen más preguntas interesantes.
Sr. Müller: Quisiera decir algo más sobre la reina. Ya mencioné que ella pone los huevos. Sin embargo, también hay reinas no fecundadas, como sucede en condiciones climáticas desfavorables, y de ellas nacen zánganos que no tienen valor. Además, si la reina muere y no queda cría joven disponible, las abejas obreras criarán a una abeja como reina, que también pondrá huevos no fecundados, y de ellos nacerán zánganos de calidad inferior.
Quisiera decir algo sobre la enjambrazón. El primer enjambre aún no tiene una nueva reina. La reina todavía duerme en su celda, pero no puede formar una nueva colonia. La reina anterior abandona la colmena junto a otras abejas mayores. Si se la atrapa, se puede devolver todo el enjambre a la colmena original.
En cuanto a la visión de las abejas, puedo decir que, al trabajar en el apiario, si hay demasiada luz –que para el apicultor sigue siendo muy poca– las abejas se alteran muchísimo.
Sobre las picaduras durante la enjambrazón, bien se sabe que un primer enjambre es algo delicado; en un enjambre posterior, ocurre con menos frecuencia. Creemos que las abejas jóvenes no pican todavía, porque no usan su aguijón.
En algunas regiones, la miel no se cosecha antes del 8 de agosto, considerado un día sagrado para la miel.
Puede ocurrir que un enjambre abandone la colmena, que la reina lo abandone y parezca que todo haya terminado. Pero no es así, para nada.
Dr. Steiner: En cuanto a lo que mencioné, todo se reduce a que la vieja reina abandona la colmena cuando aparece la nueva reina, que las abejas perciben como una luciérnaga. Si el enjambre ha salido y se captura a la vieja reina, es posible, como usted dice, devolver el enjambre a la colmena, donde continuará trabajando tranquilamente. No se puede decir que no es verdad que el enjambre, en un primer impulso, se haya marchado debido a la fuerte impresión de luz que la joven reina causó en los tres pequeños ojos de cada abeja. Esa posibilidad no ha quedado descartada por completo. Es importante abordar esto con lógica. Déjenme ilustrarlo con un ejemplo práctico: supongamos que todos ustedes trabajan en un lugar y un día deciden, como grupo, hacer una huelga porque consideran que algo está funcionando mal en la dirección. Ustedes son, por así decirlo, el “enjambre”. Pero después de un tiempo, al no poder adquirir alimentos, se ven obligados a regresar. ¿Eso significa que, originalmente, no haya ocurrido algo injusto? No, claro que no. De manera similar, si se quita a la vieja reina del enjambre que sale y este regresa a la colmena, se ve a obligado, ya sin ella –algo que siente–, a aceptar a la nueva reina, aunque ello implique “hacer de tripas corazón”. Esto no invalida lo que dije antes, sino que demuestra la importancia de observar todos estos fenómenos desde la perspectiva adecuada.
Usted habló de los enjambres preliminares [Vorschwärmen], sin nueva reina, por lo tanto, me parece que no se podría hablar de enjambres. ¿Vio, usted, algún enjambre preliminar, incluso antes de que el huevo de la joven reina esté presente?
Señor Müller: Nueve días antes de que nazca la nueva reina.
Dr. Steiner: Primero, la nueva reina existe como huevo en su celda (dibujo 12). En dieciséis días, se convierte en una reina completamente desarrollada y nace. Nueve días antes, ya está presente como huevo. Lo peculiar es que el huevo brilla con mucha intensidad; gradualmente deja de brillar, pero la joven reina sigue brillando durante algún tiempo. Sin embargo, el momento de mayor luminosidad es cuando aún es un huevo o una larva. Entonces queda claro por qué estos enjambres preliminares, formados por las abejas más sensibles, abandonan la colmena. Y esto explica por qué no hay enjambres antes de que exista una joven reina. Pero ¿qué es una joven reina? Ella ya está presente incluso como huevo.
Si la reina no está fecundada, no produce obreras adecuadas, sino únicamente zánganos, y, como dijo el Sr. Müller, incluso zánganos defectuosos. Esto es correcto. No se puede utilizar una cría de una reina no fecundada, una pseudo madre, porque no produce abejas obreras. Por lo tanto, es crucial que las abejas hagan su vuelo nupcial bajo la influencia de la luz solar.
Se observa aquí, señores, cómo lo químico juega un papel fundamental. Todo lo que sucede afecta directamente al sistema reproductivo de la abeja, que es, esencialmente, químico. Cuando la reina vuela alto, la influencia no proviene de la luz como tal, sino de los efectos químicos presentes en ella. Esto muestra cuán sensibles son las abejas a lo químico.
Ustedes mencionaron que, al trabajar con la colmena, el ser humano necesita luz, lo que pone nerviosas a las abejas. Imaginen esto de forma vívida: la abeja experimenta efectos químicos a través de la luz, que percibe intensamente. Si un humano introduce luz de repente, causando un brillo intenso, esto actúa sobre la abeja como lo haría un viento fuerte sobre ustedes. Si están en una habitación y abren una ventana, el viento fuerte los sacudiría. Las abejas sienten la luz no como un simple aumento de luminosidad, sino como un impacto, una conmoción que las desestabiliza. Si el apicultor deja entrar demasiada luz, las abejas se comportan de manera extremadamente nerviosa, revoloteando como pequeñas golondrinas y bailando de un lado a otro. Esto demuestra que están intranquilas en su interior.
Si las abejas sólo vieran la luz, se esconderían en una esquina para evitarla. Pero lo que experimentan son los efectos químicos de la luz, que las agitan muchísimo.
Por último, caballeros, es fundamental no hacer comparaciones directas de las reacciones humanas con las de las abejas. De lo contrario, podemos antropomorfizar todo y no comprender correctamente los fenómenos. Por ejemplo, piensen en una cocina con una estufa caliente. Una gata se acuesta sobre la estufa, cierra los ojos y se duerme. Si hay una rata debajo de un armario, aunque no lo vea, la gata puede saltar con precisión, atraparlo y traerlo en la boca. Todo esto sin abrir los ojos.
Ahora bien, ustedes, señores, no pueden afirmar que la gata vio al ratón, si tenía los ojos cerrados. ¡Estaba dormida! Sin embargo, la gente dice: tiene un oído muy fino y, gracias a eso, percibe al ratón.
Tendríamos que asumir que el gato oye mejor cuando duerme, lo cual ya es una afirmación un tanto dudosa, porque ver y oír son sentidos que desempeñan un papel importante sólo cuando se está despierto; mientras que el olfato, por ejemplo, juega un papel extraordinariamente importante durante el sueño. Actúa de manera química. Ocurre un asunto químico en la nariz y en todo el cerebro.
Pero, además, si ustedes oyen algo, ¿pueden lanzarse inmediatamente hacia ello con certeza? Eso no ocurre. Escuchar no orienta con tanta rapidez. Así que, en el caso del gato, no puede ser sólo cuestión de oído. Lo que se encuentra en el gato es un sentido del olfato extremadamente agudo que reside en su bigote.
Y este sentido del olfato está presente porque en cada pelo de ese bigote hay en realidad un canal, y dentro de ese canal (dibujos 13 y 14) hay una sustancia, y esta sustancia se modifica químicamente debido a la presencia de la rata. Si no hay rata, esa sustancia en el gato tiene una composición química. Pero si hay una rata en el entorno, incluso a gran distancia, el gato la percibe a través de los efectos químicos que se producen en su bigote.
Una vez les hablé de personas que viven en un tercer piso de una casa en cuyo sótano se almacena alguna materia prima, por ejemplo, trigo sarraceno. Estas personas pueden percibir esta materia y enfermarse a causa de ello. Y puede comprobarse que el sentido del olfato actúa con eficacia; si no, no podrían existir los perros policía. Estos perros logran muy poco con los ojos, pero muchísimo con su olfato. Así que, en el reino animal, la certeza no proviene de los ojos, sino de los efectos químicos; y estos son más intensos bajo la influencia de los rayos ultravioleta.
Si quisieran hacerle un favor especial a un perro policía, sería bueno, por ejemplo, que lo llevaran y lo expusieran constantemente a una linterna de luz ultravioleta. Así, encontraría su presa u objetivo con incluso más certeza, porque en sus pelos olfativos –ya que también en el caso del perro estos están involucrados– los efectos químicos serían más precisos.
Por lo tanto, todo lo que puedan saber sobre los animales los llevará a comprender que, en este reino, hay que dejar de lado los sentidos conscientes del animal y enfocarse en el sentido del olfato y del gusto, es decir, en los sentidos químicos.
Usted mencionó además que las abejas jóvenes no pican. Esto es completamente comprensible, ya que todavía no han desarrollado por completo el órgano para picar ni toda su organización interna. Eso viene con la edad. No es algo extraordinario y no contradice lo que dije.
El señor Müller pregunta sobre la alimentación artificial. Él mezcla cuatro litros de agua, cinco kilos de azúcar, agrega tomillo, té de manzanilla y una pizca de sal. ¿Qué efectos podría tener eso?
Dr. Steiner: Podemos proporcionar información muy específica sobre eso, porque algunos de nuestros medicamentos [homeopáticos] se basan, al menos en parte, en principios similares, aunque no todos.
Mire, alimentar a las abejas con azúcar es, en realidad, una tontería, porque las abejas, por naturaleza, no tienen al azúcar como su alimento, sino la miel, el polen y el néctar.
Sr. Müller: Es necesario, por ejemplo, vaciar las colmenas de miel de bosque, incluso a medias, porque de lo contrario las abejas pueden contraer disentería. Y, a veces, las abejas solo tienen de 2 a 3 kilos de reservas al final del verano. Y eso no es suficiente.
Dr. Steiner: En general, están acostumbradas a no consumir azúcar, sino a tener miel como alimento. Eso es lo natural para ellas.
Ahora bien, lo peculiar es que la abeja, en invierno, transforma cualquier alimento que recibe en una especie de miel. El alimento va a ser transformado por el ser que lo ingiere. Así, la abeja es capaz, durante el invierno, de convertir lo que consume en una especie de miel durante el proceso digestivo. Y pueden imaginarse que este procedimiento requiere más energía que si se alimentaran con miel, dado que no necesitan gastar energía en transformar el azúcar en miel dentro de su organismo.
¿Qué tipo de abejas serán aquellas que, de manera significativa, logran transformar el azúcar en miel dentro de sí mismas? Serán únicamente las abejas fuertes, las que realmente se pueden aprovechar. No se puede lograr que las abejas débiles conviertan el azúcar en miel en su interior, por lo tanto, son más o menos inútiles.
Sin embargo, antes dije que esto se puede entender mejor si, por ejemplo, añadimos té de manzanilla, ya que así se le ahorra a la abeja parte del trabajo que de otro modo tendría que realizar en su propio cuerpo. Si se mezcla el azúcar con té de manzanilla es porque la sustancia de la manzanilla es la que genera la miel dentro de la planta. Esta sustancia no contiene solo manzanilla, sino también elementos presentes en todas las plantas que producen miel, aunque ella lo hace en mayor medida. Por eso, no se puede utilizar como planta melífera [Honigpflanze] propiamente dicha. Sin embargo, en las plantas hay una gran cantidad de lo que llamamos “almidón”. El almidón tiene una tendencia constante a transformarse en azúcar.
El jugo de manzanilla actúa ya dentro de la planta sobre el almidón, dirigiendo el jugo azucarado hacia la formación de miel. Si, entonces, se proporciona té de manzanilla al animal, se lo está apoyando en su producción interna de miel. Al mezclar el té con el azúcar, se logra que el azúcar se asemeje más a la miel.
Lo mismo hacemos con nuestros medicamentos. Si tienen un metal cualquiera, no puede administrarse al ser humano directamente porque sería expulsado durante la digestión; es necesario combinarlo con algo más para que sea más fácil de asimilar. Así ocurre también con el té de manzanilla al mezclarse con el azúcar.
La sal debe añadirse porque tiene la propiedad de hacer digeribles sustancias que, de otro modo, no lo serían. El ser humano instintivamente añade sal a su sopa y otros alimentos porque esta se distribuye rápidamente en el cuerpo, facilitando la digestión.

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