Pasajes: brillaban en el París del Imperio como grutas encantadas. En 1817, quien entraba en el Passage des Panoramas experimentaba, por un lado, el canto de las sirenas de la luz a gas, y por otro, era seducido por las odaliscas de las llamas de las lámparas. Con el destello de la luz eléctrica se extinguió el inmaculado brillo de los pasillos de esas galerías que, de pronto, se volvieron difíciles de encontrar, ejercían una magia negra de portales y se miraban a sí mismos desde ventanas ciegas. [T 1 a, 8]
La experiencia de nuestra generación: que el capitalismo no morirá de muerte natural. [X11a,3]
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